Cuando Tomas Villalba, joven profesor de historia, salió de su casa en Buenos Aires esa mañana de Febrero de 1912, nunca imagino que se convertiría en prófugo de la justicia, y menos que aparecería a bordo de un barco con destino a Inglaterra dejando atrás a su amada esposa.
Tampoco imaginó que embarcaría en el majestuoso Titanic, y menos aun lo que el destino le tenía preparado.