Marta se ha comportado toda su vida como la chica buena e introvertida que todos los adultos le enseñaron que debía ser. Hasta que cumple 18 años y su madre se va a vivir 2 meses a sudamérica por trabajo, dejándola sola en casa con sus abuelos a 15 minutos de distancia.
Y es que Marta nunca ha tenido padre, pero nunca ha querido defraudar a nadie. Ahora, sin cadenas y sin red que la sujeten, no sabe cómo lidiar con su independencia y su mayoría de edad. No sabe qué hacer cuando le piden que de una fiesta en casa, pero menos todavía cuando Juan, un completo desconocido, es invitado a la fiesta por una amiga.