Una historia de amor, amor puro.
La primera vez que Daniel y Mónica se vieron, el suelo no tembló, no sonaron campanas, no se detuvo la tierra y, por supuesto, no se les paró el corazón… Pero aquel verano, su historia les cambiaría la vida para siempre.
La noche que todo cambió, la playa se desbordó de amor y cientos de besos fueron
barridos por el salitre. Un pedazo de sus almas se quedaría para siempre perdido en el hueco que el mar construye cuando invade la arena. El deseo y el anhelo que supuraron sus cuerpos impregnó como un halo aquella escena, que prevalecería para siempre en sus recuerdos.