Un día, Emilio se acercó hasta la puerta de mi casa. Había visto salir diez minutos antes a mi madre. Trajo consigo, algo de otro mundo. Era un mapa, que contenía todo el cielo dentro. Yo apenas podía creer lo que estaba viendo. El extraño objeto estaba hecho de un cartón grande de forma cuadrada, que de algún modo, habían logrado atrapar las estrellas del firmamento en él.
—Acércalo a una lámpara, y déjalo allí por un rato. Después lo llevas a la azotea de tu casa, y vas a ver igualito en él, lo que está arriba en el cielo. Ya esta graduada para la noche de hoy, la rueda que gira. ¡No la vayas a mover! porque si lo haces, no funcionará ¿Ya?
—¡Claro que no Emilio, claro! No voy a mover nadita de nada —Le decía nuestro protagonista del cuento, a su amigo Emilio, en una de esas tantas conversaciones que tuvieron mientras fueron vecinos.